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A principios del S. XVIII, Joan de S’Aigo era un empresario que se dedicaba en invierno a reclutar hombres para que fueran con él a la Serra de Tramuntana a recoger nieve y guardarla en las llamadas ‘cases de neu’.
Las ‘cases de neu’ eran construcciones excavadas en el suelo de las montañas de la sierra. En ellas se guardaba y acumulaba la nieve caída durante el invierno, con el objetivo de tener reservas de hielo para la primavera e inicio del verano en la isla. Con este hielo que hacían los llamados ‘pans de neu’. Parte de estos ‘pans de neu’ se transportaban hasta la capital, y otra parte a otros lugares de la isla. Se vendían como hielo para uso doméstico a casas y familias.
Joan de S’Aigo tuvo entonces la idea de aprovechar el agua formada por fusión de estos panes, mezclándola con zumo de frutas. Nació así el antepasado del actual helado. Ya en el S. XIX, el hielo producido en la isla dejó de ser suficiente, y se inició la importación desde Barcelona.
El primer helado, tal y como lo conocemos hoy, fabricado por Can Joan de S’Aigo fue el helado de almendra (uno de los más apreciados en la actualidad). Todavía se conserva en el local de la calle de Can Sanç, el primer molino usado para su fabricación. Poco tiempo después, comenzó la producción de chocolate caliente y de ensaimadas. Can Joan de S’Aigo se convirtió así, si no en la más antigua, en una de las primeras chocolaterías de Europa.
El hecho de tener más de tres cientos años de historia, acabó por generar vínculos entre el establecimiento y las costumbres sociales de la isla. Es tradicional en Palma ir a tomar chocolate con ensaimadas tras la misa de matines en nochebuena, o a tomar un helado tras la misa del Corpus.